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Cosas que he odiado de Changsha

Así como hubo bastantes cosas que me gustaron de Changsha, también hay un racimo de cosas y situaciones que odié hasta el final.

1- El tráfico: si en las grandes ciudades de China el tráfico es terrible, en las ciudades medianas es un verdadero caos. Entre la comunidad extranjera siempre comentábamos, que salir de casa era lanzar una moneda al aire, ya que las probabilidade de ser arrollado son altas. Los semáforos ni los pasos peatonales se respetan y perfectamente te puedes encontrar un auto en contravía.

2- Las motocicletas sin control: si el tráfico de Changsha es peligroso, en gran parte es debido a la abundancia de motocicletas, muchas de ellas son mototaxis (por unos pocos “kuais” te sirven para acortar distancias). Los pasajeros obviamente no llevan casco, y se pueden encontrar hasta cuatro pasajeros en ellas. Son estas motocicletas que incluso hacen peligroso el caminar por la acera, ya que transitan encima de ella impunemente en cualquier dirección; al ser eléctricas, no emiten sonido, así que si no tienen la “amabilidad” de tocar el claxon, perfectamente puedes ser arrollado.

3- Los escupitinajos: un común incluso en las grandes ciudades, es el sonido constante de las gargantas con el sonido del salivazo a continuación. En Changsha es una banda sonora constante, y bastante molesto.

4- Los modales en la mesa: cuando leo reportes o entradas de blog acerca de China, de su tradición culinaria y de sus modales exquisitos en la mesa desde tiempos milenarios, siempre me pregunto: ¿qué pasó para que dejasen de existir? ¿tan terrible fue la Revolución Cultural que hasta los modales se perdieron?

Estar en una mesa del común (no me refiero a restaurantes de lujo sino a aquellos de calle) puede llegar a ser harto incómodo. El sonido al masticar con la boca abierta es un común, que personalmente lo encuentro horroroso, y que desafortunadamente, está presente en todas las mesas.

Venturosamente, el balance final es más positivo que negativo, así que me puedo dar por satisfecho; la aventura en Changhsa (y en general mi aventura china) ha terminado, pero eso significa que otra nueva comienza.

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Cosas que me encantaron de Changsha

Quedan pocas horas para finalizar mi aventura en Changsha, una ciudad perdida en medio de la nada de China, en la cual estuve de profesor de inglés durante un año, y como no, se debe hacer balance.

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Changsha no es como Beijing, Shanghai o Guangzhou, que son ciudades grandes, ricas en alternativas para los extranjeros, bastante cosmopolitas y con mucho por descubrir. La poca actividad nocturna que tiene, personalmente no es de mi gusto, pero aparte de ello, los sitios turísticos se agotan en cuestión de dos semanas.

No obstante, si se tiene una mente abierta y predisposición para disfrutar, Changsha (y China en general) puede dar más de una que otra buena sorpresa.

1- Precios bastante competitivos: en una ciudad como Changsha, comer en la calle, o darte ciertos lujos suele salir por muy poco. Un ejemplo: el taxi en Beijing del centro al 5to anillo puede salir por 100 kuais; en Changsha, la misma distancia cuesta alrededor de 30 o 40 (exagerando).

2- Alcohol gratis por ser extranjero: en algunos bares, (por ejemplo en Helen’s), es frecuente que te den “buckets” de alcohol (ron con cola por ejemplo) sólo porque eres extranjero.

3- Sorpresas en el cine: realmente no sé si está incluido en el precio (que no creo, porque la entrada solamente puede costar hasta 100 kuais), pero muchas veces, al pagar la entrada (alrededor de 50 o 60 kuais un fin de semana), te regalan las crispetas, la bebida, y una mini tarrina de helado. En Barcelona, a duras penas una patada en el culo para avanzar rápido en la fila.

4- Ser extranjero ya es una entrada VIP: en restaurantes, en bares o discotecas, por el sólo hecho de ser extranjero tienes una atención especial. En una que otra discoteca tuvimos acceso a “barra libre” sin venir a cuento. Siempre teníamos la duda “¿y esto quién lo paga?” pero no, era todo “por la cara”.

5- Los chinos te sorprenden: puedes chocarte muchas cosas (dedicaré una entrada a ello), pero siempre al final, te sorprenderá para bien la amabilidad y la cordialidad de los chinos. En una ocasión, con un amigo estábamos preguntando por el costo de jugar karts, pero el costo nos pareció excesivo sólo por 7 minutos. De pronto se acercó un desconocido y nos preguntó de donde éramos; después de una charla nos invitó a los dos a los karts “no strings attached”.

En los parques o en la calle, (aparte de las típicas solicitudes para tomarse fotos contigo), también suelen preguntarte cosas y hablar contigo.

6- Todo está abierto hasta los domingos: excepto las administraciones públicas, hasta los bancos trabajan los domingos. Es algo que envidio y que extrañaré bastante en Europa (todo está cerrado los fines de semana, y si quieres hacer algo de urgencia, te debes aguantar hasta el lunes, si no tienes que pedir permiso en el trabajo antes). En China, una transferencia la puedes hacer perfectamente un sábado por la tarde o un domingo por la mañana en la oficina; ir al supermercado, tomarte unas fotos, etc., sencillamente es genial.

7- Volver al Whatsapp: Wechat le da mil vueltas a Whatsapp. Ahí queda.

No será fácil dejar China por estas razones, y sé que la adaptación cultural inversa será complicada al principio, pero como siempre, todo forma parte del crecimiento personal.

Si has estado en China, ¿qué otras cosas extrañas?

Visitando los alrededores de Fenghuang

Una visita que no tenía en mis planes, pero que me resultó bastante safisfactoria fue el regreso a Fenghuang; esta vez, visitando sus alrededores. En esta ocasión no fui por libre; fue una visita organizada, gracias a los chicos de FCSA.

La visita se hizo en dos días, y aunque intensa, se logró descubrir un poco más acerca de la cultura del lugar.

Fengshuigu (风水谷): la primera parte del día la dedicamos a este parque, el cual tiene como atracción principal una gran cascada, de 100 mts de altura aproximadamente.

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La muralla china del sur (Miaojiang Great Wall): construida durante la dinastía Ming para proteger a los Han de los ataques de la etnia Miao, es una parte de la gran muralla que es desconocida por muchos (generalmente, la muralla más visitada es la que se encuentra cerca de Beijing).

En una parte de la muralla se encuentra el campo militar de Lahao, una antigua guarnición militar.

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Laojiazhai: Por la tarde nos desplazamos a un parking muy grande, en donde pasaríamos la noche; no sin antes pasar a cenar en una pequeña villa habitada por miembros de la etnia miao (de hecho, es considerada el corazón de la misma). Allí cenamos comida típica de la región, y pudimos disfrutar de un tipo de alcohol originario de la región, que para mi gusto, es de los mejores que he probado, el “mijiu” (alcohol de arroz o 米酒); de un sabor dulce, es un masaje al paladar, que se disfruta con cada sorbo.

Las mujeres de la etnia miao nos cantaron canciones de bienvenida, y con sorpresa, nos untaron una especie de barro negro en la cara (personalmente esta costumbre no me gustó, pero bueno…), se supone que muestra la buena voluntad de los miao, y ofrece suerte a los “embarrados” (llevaba una camiseta blanca, que quedó como canta Juanes, negra).

Despúes de cenar, nos dispusimos a disfrutar de la última actividad del día.

Shangjiang Miao Village: en este pequeño poblado, asistimos a un espectáculo llamado “historia miaozhai” (苗寨故事); en este espectáculo, se contaba la historia de los miao, la creación del alcohol de arroz, y finalmente, como no, de una historia de amor.

Al finalizar, se hizo una fogata, se bailó alrededor de ella, y para acabar regresamos al párquing para pasar la noche al aire libre.

Este fue un poco el momento de desmadre: se bebió cerveza, se intentó hacer vida social (que a mí me cuesta bastante) y se bebió bastante “mijiu”. Yo quería saber qué tipo de resaca producía este tipo de licor; para mi sorpresa, me levanté bastante bien. No obstante, varios de mis compañeros de viaje no corrieron con la misma suerte (entre vómitos y lamentos continuaron con el viaje). Creo que no bebí lo suficiente para poder hacer conclusiones al respecto.

Al día siguiente nos dirigimos a Fenghuang; en el hotel disfrutamos de un buen desayuno e hicimos el típico paseo en bote por el río Tuojiang, probamos de nuevo “mijiu” (los hay de diferentes tipos y de diferentes grados de alcohol) y ya por la tarde regresamos a Changsha.

Fue un fin de semana intenso, y agotador. Eso sí, me llevé una grata impresión. En mi primer viaje a Fenghuang, sólo me dedice a visitar la ciudad (que tampoco es muy grande), ignorando por completo su entorno, que para mi sorpresa, tiene bastantes tesoros por descubrir.