Archivo de la etiqueta: desierto del Sahara

Día 2: De N’knob, al desierto del Sahara (aka Erg Chebbi)

Después de pasar una noche corta en N’knob, la furgoneta nos recogió para ir a Rissani, un pueblo al suroeste, que nos acercaba más al desierto. Al llegar, descansamos un poco, y nos dispusimos a conocer el pueblo (que se resumió, a recorrer el souk).

Es imposible no hacer la comparación del souk (mercado tradicional marroquí) con Corabastos: puestos de carne al aire libre, venta de especias y los vendedores de fruta. El souk está dividido como en zonas especializadas: herrería, artesanía, comida, etc. La amabilidad de la gente local es increíble, y el concepto que tenía acerca de los marroquíes cambió bastante ese día:

¡Si quieres curarte de prejuicios, viaja!

Después de hacer las compras de rigor, nos fuimos a comer a un restaurante que estaba muy cerca. Teníamos tajín, omelette berber, té de menta, y bebidas varias.

La salida de Rissani fue marcada por la anécdota del asfalto derritiéndose, y unos 48º de fondo (repito: gracias a la humedad, eran perfectamente soportables). Llegamos al hotel en Merzouga (Mohajut), y yo estaba con la vista puesta en los dromedarios y en el desierto. ¡Vaya paisaje! Sólo he sentido un impacto igual de grande, y fue en el pirineo francés, cerca a Formiguères, mientras realizaba una marcha militar de rutina: el paisaje de los pirineos franceses de fondo me hacía sentir pequeño; en Merzouga fue una sensación similar.

18h y ya estábamos todos encima de un dromedario, y en “fila india”, nos adentramos en el desierto de Erg Chebbi. Con el Sol a cuestas, y nuestras sombras dibujadas en la arena, veíamos cómo el Sahara y sus 5000 km de extensión estaban delante nuestro.

Al llegar al campamento, con un atardecer precioso, dejamos lo poco que traiamos y comenzamos a subir, cuesta arriba, una de las dunas. Estuvimos unos minutos allí, y después de jugar a la “croqueta”, y a bajar corriendo por la duna, llegaba la hora de cenar.

Las personas que nos atendieron eran de origen berber (traducción que originalmente significa “bárbaros” según los romanos); ellos nos ofrecieron tajín y para beber “whisky berber”; aprendimos que generalmente se beben dos copas de “whisky berber”: el primer trago (primera copa) es dulce como el amor, el segundo amargo como la vida, y el tercero fuerte como la muerte (de ahí que sólo se beban los dos primeros). Al acabar de cenar, nos sorprendieron con un concierto, que al final se convirtió en una batalla musical: nuestros anfitriones interpretando música berber, contra nuestra música. Debo decir que hubiésemos hecho un mejor papel si el grupo me hubiese hecho caso cantando Mecano o Alaska, pero bueno. Entre juegos y demás, llegó la hora de ir a dormir, unos a la duna, y otros al campamento.

Dormir en el desierto ha sido una de las mejores experiencias que he tenido, y una de las mejores del viaje. Ver las estrellas fugaces, combinada con la sensación de estar perdido en medio de la nada, hace que los problemas se relativicen y tomen el tamaño minúsculo que tienen.